“Los principales enemigos de nuestro proyecto son los izquierdistas infantiles y los ecologistas románticos” (Rafael Correa) [1]
Hacer pasar gato por liebre es un ejercicio bastante conocido entre los políticos. Indudablemente, varios dirigentes "progresistas" de América Latina se destacan en este ámbito cuando se trata de impresionar a la opinión occidental amiga. Presentarse ante sus ojos como humanistas, anticapitalistas, anti-imperialistas y ecologistas no les impide en absoluto, en el plano interior, de conducir políticas autoritarias, siguiéndoles el juego a los intereses del capital internacional, en un total desprecio a la autonomía de las poblaciones y a la integridad de los ecosistemas.
El énfasis revolucionario, sobre todo cuando éste pega un sticker verde sobre la bandera roja, tiene credibilidad entre la izquierda alternativa occidental. Buscando un contra-modelo, esta izquierda a veces está dispuesta a cerrar los ojos ante ciertos “detalles”. Esperamos que este no sea el caso durante la próxima visita de Rafael Correa a Paris, invitado a dar varias conferencias (particularmente el 6 de noviembre en la Sorbona). En previsión de este encuentro, nosotros, militantes involucrados en las luchas socio-ambientales en Francia y solidarios con aquellas de otros pueblos, deseamos aportar algunas aclaraciones sobre el pretendido ecologismo de la “revolución ciudadana” [2], recalcando que bajo ningún motivo nos alineamos con la ideología de la derecha ecuatoriana.
El Yasuní-ITT está muerto, viva el extractivismo!
El mundo sin duda ha perdido una bella utopía con el abandono del proyecto Yasuní-ITT. Este proyecto, iniciado por los movimientos ecologistas ecuatorianos y retomado por el gobierno de Correa desde el 2007, comprometía al Estado a dejar bajo tierra una parte del petróleo del parque nacional Yasuní, en contraparte de una contribución de la comunidad internacional. Este 15 de agosto, no pudiendo reunir un monto mínimo (3,6 millares de dólares), Correa abandona el proyecto. El petróleo será así explotado en esta región con una biodiversidad única, territorio de varios pueblos indígenas, algunos de ellos en “aislamiento voluntario”. Podemos sin duda sancionar a la llamada comunidad internacional por su falta de compromiso (como lo hizo Correa para justificar su gesto), pero de hecho se constata que la buena fe de la iniciativa siempre fue incierta y que el “plan B” (la explotación) nunca fue excluido [3].